Hace unos días asistimos a un curso de porteo avanzado que nos impartió Alba de Portéame y la verdad es que, como siempre, salimos encantadísimos. Nunca pensé antes de tener a mi hijo que iba a portear yo también. Pero desde los tres meses lo hago casi a diario y me parece una buenísima opción. Por cierto, aunque yo esperé al trimestre, se puede hacer desde el mes cero.

Y es que el porteo por un lado es buenísimo para nuestro bebito, y por otro es supercómodo para los papás. Tanto en casa cómo fuera de ella es una grandísima solución para poder hacer todo tipo de cosas. Ellos se calman, no llorar, se duermen sin problemas y tú tienes las dos manos libres para hacer lo que quieras con la tranquilidad de tener a tu bebé muy cerquita. Incluso la mamá puede hasta amamantarlo. Para ir en transporte público es una gozada puesto que no tienes que pensar en si la estación estará adaptada o en si el autobús llevará otro carro. Al igual que para ir a un centro comercial, por ejemplo, pues no hay que esperar al ascensor ni pensar por dónde podemos pasar con el carro.

Desde muy pequeñitos podemos portearlos y les viene bien porque son muy inmaduros. De hecho los primeros nueve meses de vida son como una segunda gestación -en el caso de los bebés humanos podemos hablar incluso de dos tipos de gestaciones, la uterogestación (los nueve meses de embarazo) y la exterogestación (los primeros nueve meses de vida del bebé)-. Los recién nacidos no son como otros animales que tienen cierta autonomía, necesitan cuidadores para todo.Podríamos decir que, en cierto modo, somos marsupiales. Al portear a nuestros niños les ofrecemos un ambiente muy parecido al del útero materno y ésto les ayuda en muchos aspectos, como a estabilizar su frecuencia cardíaca, regular su respiración y temperatura corporal. Además tienen periodos de sueño más largos, ayuda a la lactancia materna, y proporciona una mayor solidez emocional. Incluso, algunos estudios demuestran que los niños porteados desarrollan el doble de ondas cerebrales alfas, que están asociadas a la satisfacción y a la felicidad, y a su vez crean nuevas conexiones neuronales con lo cual el desarrollo cerebral es mayor.

 Desde Little Doula os animamos a portear a vuestros hijos porque facilita  la crianza de vuestros pequeños, pero a su vez os recomendamos que os informéis antes de hacerlo. Y es que a portear se ha de aprender para no cometer errores como portear al niño mirando a la calle. Para cuidar a vuestros pequeños, como para todo, ya sabéis que lo mejor es informarse. Que nos estéis leyendo es una buena forma de empezar a ello.



Hoy me he topado navegando por la red con un corto maravilloso. Se trata de “La Semana Fantástica” o, lo que es lo mismo, diez minutos de filmación casera –con un montaje ciertamente entretenido- de las desventuras de un pobre padre en apuros.  De alguna manera con este proyecto se pretendía ensalzar la figura del padre ante la crianza pero,  a medida que van sucediendo los “inesperados” acontecimientos, es el propio padre el que acaba glorificando el papel de la madre. Un planteamiento divertido donde el día a día de un padre con tres pequeños a su cargo es el protagonista. Es una semana, sólo una semana sin mamá... Siete días en los que lo que parecía iba a ser la “semana fantástica” se convierte en el definitivo “remate final”. Espero que lo disfrutéis.


Antes de quedarme embarazada cuando oía a las madres hablar de dormir con sus hijos desde que nacen pensaba: "¡Qué horror! Jamás haré eso con mis hijos". La respuesta más socorrida ante mi estupor era: "Ya me contarás cuando tengas los tuyos". Y bien, hoy en día mi hijo tiene 16 meses y duerme con nosotros y... ¡creemos que irá para largo! Desde el mismo día en que nació duerme conmigo, sus primeras noches en el hospital las pasó en mi cama y cuando llegamos a casa empezamos a ser tres en nuestra cama, y la verdad es que nos encanta.

Todo empezó porque me hicieron una cesárea programada por lo que mi hijo nació puntualmente a las 14 horas. Pero, hasta las 21 horas no pude achucharle, de hecho, no pude ni tocarle. Sólo le vi cuando le sacaron y me lo enseñaron por encima de la cortina –o mejor dicho, le intuí, pues soy muy miope-. Pero por un "error" nadie me lo trajo para verle de cerca como me habían dicho que iban a hacer según el "protocolo", con lo que encima me dejaron tremendamente preocupada pues no sabía si mi pequeño estaba bien o se lo habían tenido que llevar para hacerle algo. A mí me llevaron a reanimación y a él al nido con su padre quien por lo menos pudo hacer el piel con piel, y es mejor que nada. Me separaron de él demasiado tiempo, lo recuerdo como unas de las peores horas de mi vida, fue una tremenda agonía, ni siquiera supe nada de mi hijo hasta las 19 horas que dejaron entrar al padre y a mi madre a verme. No sabía si estaba bien o no. Ellos estaban con el nene pero no sabían nada de mí. Yo oía preguntar por la cesárea de las 2 de la tarde detrás de la puerta y nadie les decía a mis familiares cómo estaba yo. El caso es que a las 9 de la noche por fin pude tenerle entre mis brazos, olerle(ese olor tan rico que tienen los recién nacidos) y achucharle; sentir una felicidad incomparable, ese momento que todas las mamás te cuentan pero que hasta que no lo vives no te imaginas lo inmensamente feliz que puedes llegar a ser. Unos meses antes una gran amiga y ahora vecina había sido mamá de una nena y me dijo: "Hele, no sabes lo que es ésto, es incomparable, verás cuando lo vivas como vas a disfrutar, soy tan feliz". ¡Qué razón tenía!

Bueno pues después de todo esto que estaba viviendo, como podéis entender, no iba a dejar al enano ni un segundo en la cuna. Y así paso la primera noche conmigo, bien pegadito a su mamá, como debe estar todo recién nacido, y mamando cada vez que se movía un poquito. Estaba haciendo lo que había deseado durante todas esas largas horas en la sala de reanimación, ¡por fin me dejaron disfrutar de lo más bonito que me había pasado nunca!

Al llegar a casa estaba todo preparado en nuestra habitación, con el moisés de sus primos impecable y monísimo, pero mi pequeño no quería  ni tocarlo, y entre que el niño no quería y que a mí me parecía maravilloso tenerle  tan cerquita toda la noche... ¡el bebé se quedó en nuestra cama! Os preguntareis ¿y el papá? ¿qué piensa el papá? Pues a él también le encanta sentirle cerca. Si estamos los tres felices ¿para qué cambiar?