La semana pasada hablábamos de tener un parto respetado, ésta nos vamos a centrar en el respeto al recién nacido, que en muchas ocasiones es olvidado. Al fin y al cabo es el otro gran protagonista del parto, y encima es el más indefenso por lo que hay que intentar velar por él el máximo posible.

Una de las cosas que se suelen hacer después del parto y que interfiere en la lactancia y que perjudica al niño, es separar a la mamá del bebito. Esto se hace casi siempre para pesarle y medirle, es decir, para tallarle con tanta prisa que no sé que sentido tiene ¡ni que fuera a hacer la mili! También se le suministra la vitamina K inyectada (también de puede dar por vía oral pero debe ser que un pinchazo es más cómodo) y se le trata la hipotermia en vez de optar por la solución más rápida y eficiente: ponerlo sobre el pecho de la madre. Y es que es el calor materno el que actúa como estufa natural idónea, mejor aún que el calor artificial habitual. ¿Alguien entiende todo esto?


Como ya hablamos en el post del porteo, los humanos tenemos dos tipos de gestaciones. En la primera estamos dentro del útero materno en un ambiente líquido que nos proporciona alimento de forma continua y sin esfuerzo. Además permanecemos a una temperatura adecuada constante, nos mecen constantemente y estamos siempre en postura vertical,donde los ruidos directos que recibimos vienen de nuestra mamá (su voz, sus latidos, ruidos intestinales...) y los que oímos del exterior están amortiguados por el líquido amniótico y el cuerpo de la madre. Lo mismo pasa con la luz que nos llega completamente tamizada.

Una vez que salimos al exterior y comenzamos nuestra otra gestación debemos estrenar nuestro sistema respiratorio y respirar por nosotros mismos. Sentimos hambre y sed, recibimos la luz y el ruido sin ningún tipo de filtro. En esta fase todo es mucho más potente, sentimos frío y calor y nos cuesta muchísimo regular nuestra temperatura. Además nos cambian de posición y pasamos de estar una semana boca abajo a recolocarnos boca arriba.

Desde Little Doula lanzamos una pregunta: ¿no podríamos hacer esta transición menos violenta? Porque sabemos que hay formas de recibir al niño en nuestro mundo mucho más agradables para él, como puede ser el corte tardío del cordón que les ayuda a aprender a respirar o la no separación del bebé y la mamá que, a parte de ser importante para la lactancia, alejamos al recién nacido de lo único que es familiar para él. Un poquito cruel ¿no?